Vecinos trabajan contra el reloj para desviar crecida del río y fortalecer sus viviendas, pero urge ayuda oficial que aún no reciben.
Texto: Cecilia Niezen. Comunicadora Institucional OXFAM
Foto OXFAM / Flor Ruiz.
22 de Marzo del 2017
Batangrande, en el distrito de Pítipo, provincia de Ferreñafe, Lambayeque, es una de las zonas más afectadas del Perú por el denominado fenómeno “Niño Costero”. Ubicado en la cuenca media del río La Leche, que se desbordó con las intensas lluvias que aún asolan la región, parece ser uno de los puntos más olvidados por los esfuerzos humanitarios a nivel nacional. Si nos guiamos por los testimonios de las personas con quienes hemos conversado y por lo que hemos podido apreciar en nuestra visita al lugar, la ayuda hasta el momento es muy reducida.
Los vecinos y vecinas de esta zona, donde se han producido inundaciones sucesivas, dicen que ya no pueden resistir por sí mismos, como han intentado hacer hasta ahora. No quieren que les regalen comida. Quieren bolsas de tierra y plásticos para proteger sus casas, la mayor parte de las cuales son de adobe. Herramientas como palas, picos, carretillas, para hacer canales o remover escombros. Plásticos para proteger las paredes de adobe de sus viviendas, muy humedecidas por las lluvias torrenciales, algunas de las cuales se han desplomado y otras están a punto de colapsar.
“Pido que se acuerden de este lugar”, dice Violeta Antón, coordinadora de los Comités Comunitarios de Defensa Civil del centro poblado Batangrande. Desde hace un año, recuerda, junto a otros grupos de organizaciones venían solicitando a las autoridades locales mayor inversión en prevención de desastres. “Este fenómeno se esperaba hace un año y no se atendió la situación adecuadamente”, opina.
El año pasado, algunos funcionarios llegaron a afirmar que “Dios era chiclayano”. Parece que se la creyeron, pues pensaron que no llegaría, pero El Niño Costero llegó recargado frente a presupuestos recortados y poblaciones vulnerales cuyas iniciativas y capacidades, lamentablemente, no bastaron para enfrentar las lluvias torrenciales y el desborde de los ríos La Leche y Motupe.
Las huellas que han dejado las lluvias torrenciales y las tormentas eléctricas de febrero y marzo pueden verse a lo largo y ancho de la zona, en forma de pérdidas de vida, miles de damnificados, viviendas de adobe derrumbadas o carcomidas por el agua, grandes charcos en las calles, infraestructura en peligro de colapsar (colegios, por ejemplo), caminos interrumpidos por piedras y lodo, y cientos de hectáreas de cultivos inundados.
La zona rural, habitada por caseríos dispersos, lo cual ha dificultado su empadronamiento, es la más afectada e inaccesible. En nuestro camino hacia el puente conocido como El Algarrobito (colapsado) en el caserío de Puchaca, vemos personas preparándose para una nueva lluvia reforzando sus viviendas. Pero también vemos muchos rostros confundidos.
Pasando por el caserío La Paz, aguas arriba del río La Leche, nos encontramos con el señor Antonio Herrrera, quien está como secuestrado por el agua en su propia casa. Varios sacos de tierra que ha apilado a dos metros de su puerta, sirven como muro de contención para una nueva arremetida del río. Más allá de los sacos se observa una laguna formada por las lluvias y la crecida del río. “Estábamos preparando un canal que encauce las agua pero la máquina se malogró y llegaron las lluvias. Es muy importante que se siga ampliando ese canal”, nos dice. La máquina está paralizada a unos metros de su casa. Su rostro es de frustración. “Informen de esto para que nos ayuden, pues si llega otra lluvia fuerte, nuestras casas no van a resistir”, asegura.
Siguiendo la trocha que nos conduce al puente El Algarrobito nos detenemos en el caserío Mochumí Viejo, del distrito de Pítipo y no podemos avanzar más. Empieza la lluvia torrencial y no hay garantía de poder regresar si cruzamos el río. El puente está colpasado y ha aislado al distrito de Incahuasi, en la sierra de Lambayeque. En Mochumí Viejo, las piedras y un riachuelo que ha crecido, impiden, en efecto, que sigamos el camino en auto pues la trocha carrozable está parcialmente destruida. Ir caminando también es peligroso pues no se sabe cómo se comportará el río.
EMERGENCIA QUE NO PARA
En Lambayeque, uno de los departamentos del norte del Perú fuertemente golpeado por las lluvias torrenciales e inundaciones, la emergencia continúa. Para esta semana hay un nuevo pronóstico oficial de lluvias y la población se prepara, pero queda claro que requieren ayuda oficial para responder a la emergencia de forma oportuna y evitar pérdidas de vida en estas zonas, ya muy golpeadas.
Rosa Rivero, coordinadora en Lambayeque de la ONG especializada en prevención CEPRODA MINGA, considera que de continuar la dinámica de crecimiento poblacional en las riberas de los ríos, se requiere fortalecer los sistemas comunitarios de alerta temprana. Las experiencias comunitarias desarrolladas en otros lugares del valle del río La Leche dan cuenta que en las recientes inundaciones se han salvado vidas, como es el caso del distrito de Íllimo (Lambayeque). Las recientes inundaciones no reportan muertos ni desaparecidos en esa zona, pues sonaron las sirenas y la población evacuó organizadamente, liderados por los Comités Comunitarios de Defensa Civil. Lamentablemente, en los últimos años, este proceso no se ha fortalecido por falta de inversiones de los Gobiernos locales, pese a estar respaldados por una ordenanza regional. “La organización y decisiones de la población frente a las inundaciones es muy importante para salvar la vida de personas y que las pérdidas sean menores”, concluye Rivero.
La ausencia de lo que no se hizo pero pudo hacerse, resulta en esta hora aciaga, fatal. “Si se hubiese reconstruido el sistema de derivación de las aguas de los ríos Motupe y La Leche, los costos sociales, humanos y económicos hubiesen sido menores”, dice Rivero. Lamentablemente, se optó por inversiones menores como la limpieza de cauces y la protección y fortalecimiento de defensas ribereñas que, con las primeras crecientes de los ríos Motupe y La Leche, desaparecieron. Este sistema de Derivación construido durante el Fenómeno El Niño 97-98, desvió las aguas hacia el desierto de Mórrope, alejándolo de las capitales distritales. El impacto de las inundaciones se redujo. El no haber reconstruido este sistema de derivación –explica Rivero- ha puesto a seis distritos en un escenario de máximas inundaciones como las ocurridas durante los Fenómenos El Niño de 1925 y 1983.
Cifras:
Nuevas cifras del Centro de Operaciones de Emergencia Regional (COER) de Lambayeque dan cuenta de aproximadamente 45.000 personas damnificadas y 35.000 viviendas colapsadas e inhabilitadas en la región.
¿Cómo puedes ayudar?
El sitio web del Gobierno del Perú #UnaSolaFuerza te lo explica.
Información suplementaria:
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anexo 1307
Contacto para medios
Cecilia Niezen Oficial de Comunicaciones Oxfam en Perú
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