Por: Winnie Byanyima
Oxfam International, directora ejecutiva
Tamshiyacu es un pueblo situado junto al río Amazonas, en el norte de Perú, marcado por una historia que resulta demasiado familiar a gente de Camboya, Mozambique, Papúa Nueva Guinea y muchos otros países. Esta semana pude escuchar esa historia de primera mano.
Como en muchos otros lugares del mundo, el cambio climático y otros problemas medioambientales están teniendo un enorme impacto en las vidas de los habitantes de la Amazonía peruana. Hace cien años, la "fiebre" del caucho transformó profundamente estos remotos parajes de Perú y, ahora, sus habitantes están siendo obligados a abandonar sus tierras para dar paso a otras "fiebres": la de los biocombustibles, la de la madera o la de los minerales.
Estoy aquí, en Perú, para exigir a los líderes mundiales que, durante las negociaciones sobre el clima de Naciones Unidas, tomen medidas contra el cambio climático. Pero, además, he querido aprovechar esta oportunidad para alejarme del personal diplomático y del centro de conferencias y acercarme a escuchar a personas afectadas por otro de los graves problemas que preocupan a Oxfam: los derechos sobre la tierra.
La tierra del pueblo
Para llegar a Tamshiyacu, tuve que viajar en barco hacia el sur desde Iquitos, la principal ciudad de la región. Durante el trayecto, pude apreciar cómo, ahora, gran parte del terreno a ambas orillas del río está desarbolado. En el pueblo, me reuní con líderes comunitarios para debatir acerca de los desafíos a los que se enfrentan a medida que el medio ambiente que les rodea se ve sometido a una explotación cada vez mayor.
Ahora, una empresa malasia de biocombustibles ha comenzado a comprar tierras cercanas al pueblo. Están planeando establecer una plantación de palma aceitera y, lo que es aún más grave, expandirse hacia bosques primarios vírgenes, que constituyen un territorio esencial de caza y pesca para los habitantes de Tamshiyacu.
En lugar de contribuir a la lucha contra el cambio climático, este tipo de iniciativas para la producción de biocombustibles no hacen sino deteriorar las vidas de millones de personas, obligando a muchas personas pobres a abandonar sus tierras y agravando la inseguridad alimentaria. Por increíble que parezca, en 2012 los países del G8 consumieron en forma de combustible alimentos suficientes para alimentar a 441 millones de personas durante todo un año.
Ante estas iniciativas que amenazan sus tierras, los habitantes de Tamshiyacu se han enfrentado a enormes empresas extranjeras y a las élites políticas. Ver con mis propios ojos el valor y el coraje de estas personas que se oponen a más deforestación y acaparamiento de tierras fue todo un privilegio. Su pasión y compromiso, especialmente de las lideresas que conocí, fue una verdadera fuente de inspiración.
Durante casi dos décadas, Oxfam ha trabajado con los habitantes locales para brindarles apoyo en su lucha por conseguir títulos de propiedad sobre la tierra, pero las personas que conocí, cuyas vidas y cultura están estrechamente ligadas a esta tierra, han visto cómo sus intentos de adquirir formalmente la tierra han sufrido constantes retrasos y bloqueos debido a la burocracia y la corrupción.
Un nuevo desafío
Ahora, los habitantes de Tamshiyacu, como muchas otras personas en todo el mundo, se enfrentan a un nuevo desafío: el cambio climático. No sólo más del 80% de la producción de alimentos básicos en Perú es extremadamente vulnerable a las sequías, sino que el 50% de sus habitantes está en riesgo de padecer hambre. El cambio climático está creando nuevas amenazas para la producción de alimentos y ya está provocando que muchas personas padezcan hambre.
Desde Oxfam continuaremos trabajando con personas de todo el mundo para evitar que grandes empresas y Gobiernos acaparen sus tierras. También exigiremos a los líderes mundiales que tomen las medidas necesarias para combatir el cambio climático.
Cambio
Personas de todo el mundo están exigiendo un cambio. En septiembre, fuimos testigos de la mayor manifestación mundial contra el cambio climático jamás organizada. Solo en Nueva York, 400.000 personas marcharon por el clima. Esta semana, hemos visto en Lima la mayor manifestación contra el cambio climático que jamás se haya producido en Latinoamérica.
Aquí, en Lima, como en muchos otros lugares del mundo, los motivos para actuar de forma sostenible van mucho más allá de una cuestión moral. De hacerlo, Perú podría ver su PIB incrementarse en casi un 1% más y, a la vez, reducir sus emisiones a la mitad. Después de todo, lo que es bueno para el medio ambiente, es bueno para las personas.
Las negociaciones que esta semana se están celebrando en Lima son vitales para sentar las bases de la cumbre de París que tendrá lugar el próximo año y cuyo objetivo es alcanzar un acuerdo mundial sobre el clima.
El mensaje enviado desde el Amazonas y desde otros muchos lugares del mundo es claro: ha llegado la hora de que los líderes mundiales pasen a la acción y lideren la lucha contra el cambio climático.